Sí. Caigo. Pero eso es algo que venía siendo más que evidente. He ido a ese puto bar sólo con la idea de emborracharme, de desconectar. Igual que el martes, cuando, a riesgo de empezar más fuerte, acabé colocándome.
Que pare ya. Que deje de hacerme daño. Que pare de pensarte. Que pare de imaginarte, de imaginarnos. IMPOSIBLE ¿entendéis todos? Jodidamente imposible.
Sí. Estoy borracha. Fatal. Me da igual. El caso es que he estado contigo esta tarde. Has aparecido sin avisar, por detrás, como los asesinos a sueldo, para acabar lo que yo misma empecé.
- Hola. –Saludas.
Tú. Tu puta voz. Esa voz que me hace hervir. Esa voz que atraviesa cada centímetro de mi cuerpo. Y me encojo, buscando desaparecer. Pero la que desaparece eres tú, una vez más. Y reapareces. Volviendo a saludar, sentándote dos sillas más allá. Se me para el corazón mientras me miras y veo que vas a decirme algo.
- ¿No vas a mirarme?
- Te miro, te estoy mirando.
Y sonríes. Y me matas un poco más. Y te me clavas un poco más profundo.
Se me pasa el tiempo, sin darme cuenta, ensimismada en lo poco que dices y en lo mucho que callas, en mi embriaguez que no me deja ver más allá de tus ojos azules. Tus ojos azules.
- ¿Te quedas a dormir?
- No… me voy a las 22.20, no puedo quedarme…
- Vaya… -Arrugas la nariz, como tanto me gusta, y vuelvo a caer.
Putas cervezas con tequila y limón que no me dejan pensar, que me embotan la puta cabeza y ocupan mis cinco sentidos.
Que te vas, me dicen.
- No te vayas. No te vayas, por favor…
- Tengo que irme, la cena de mi…
- No te vayas, quédate un poco más…
- Ya quedaremos, o hablaremos, o no sé, algo haremos…
Dios, y te vas. No sin antes darme dos besos de esos de amigas. Mientras yo te agarro la cintura, y lucho contra el impulso de no soltarte, de no girar la cabeza tres centímetros para que tus labios se encuentren con los míos. Y te vas, sobria. Y me voy, borracha perdida.
Y acabo con todo. Esta noche. Nunca más. Se acabó el Yo. Empieza el Tú.
0 intereses:
Publicar un comentario