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Verdugo por pura excitación, amante confesa de mi oscuridad. Desintegración y síntesis.
Superviviente de la desolación del ser, desertora del imaginado y condicionado soy.
Emergente con la soledad abrazada, danzando sobre el vértigo del pentagrama en llamas de un músico ebrio de libertad que aceptó su confusión destilándose sobre el papel. Read more about me »

Lack of Innocence

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Eres calor cuando el frío está dentro de ti

martes, 21 de mayo de 2013 1 intereses

Disfrutas de tu soledad desnuda mientras el día muere entre nubes de nieve y frío atemporal. Disfrutas de la intimidad que solo el propio cuerpo es capaz de inspirar. La ventana del cuarto de baño se ha teñido de rojo por los últimos rayos solares. Te sientes segura con tu carne y la cuchilla en el borde de la bañera. Hay algo perturbador en la posibilidad del daño controlado, siempre que el pulso no vacile, siempre que no se vaya la mano. Hay algo entre el placer previo a la náusea y ese miedo seco que anida en nuestras actividades peligrosas. Quizá sea lo que buscas en el momento de la exploración. Dedos que te masturben recordándote volúmenes próximos. Dedos humedeciéndose no se sabe si de lágrimas o lubricación sexual. A veces la saliva brota incontrolada si el placer es extremo, si la dilatación se vuelve obscena. A veces lloramos de gusto mientras la desgracia acecha, mientras calibramos el perfil de la cuchilla con el rabillo del ojo. 

Hay algo tierno en el hecho de intentar coger la cuchilla sin cortarte los dedos, ese giro suavísimo entre dos abismos de cristal. El respeto a los materiales depurados por la inteligencia y el terror. Vivir es recibir las marcas del destino, si es que existe algo parecido, si es que vivir no consiste exclusivamente en ser mutilados por tiempo y decepción. Pero tu carne es bella, su suavidad parece mágica aunque no haya nadie para contemplarla. Hace tiempo que dejaste de apreciar tu propia voluptuosidad quizá por hastío, quizá por aburrimiento. Cuando la piel entra en contacto con el mármol de la bañera el estremecimiento es total. Te transformas en un universo de infinitos poros excitados por el contraste térmico. Comienza la transferencia que te vaciará de temperatura y fluidos. Comienza el juego del viaje sin retorno.
Agarras con delicadeza la cuchilla y la acercas a la superficie hipersensible de tu antebrazo, o a la cara interior del muslo, o al siempre perturbador bajo vientre aún no hiperexcitado. Ahora tienes el poder. Nada más humano que disponer de la propia vida. Nada más importante y trágico que incrementar la presión del filo contra la carne que cede en su elasticidad para no tardar en teñirse de rojo oscuro. Es tu castigo, es tu virtud, es el precio por ser. Más allá de consideraciones racionales, más allá de impulsos primarios. El metal desgarrándote muy despacio te recuerda al calor de la orina involuntaria, al estremecimiento previo al orgasmo ya imparable. El dolor sólo es un accidente. El dolor lo es todo porque sólo hay dolor. A veces la presión es excesiva pero no quieres caer en viejos errores y revivir ese infernal ciclo de sirenas de ambulancia, suturas de urgencia y consejos enloquecidos en boca de profesionales de la locura. No hay nada de raro en el ritual que te marca siempre que seas capaz de asumirlo. Siempre que no lo consideres el paso final de esa cuenta atrás en la que vivimos todos.
Ahora eres color. La superficie blanca de la bañera se ha teñido del oro de tus fluidos y el rojo de tu sangre. El espacio se ha llenado con tu respiración acelerada, no orgásmica, no gimiente, tan sólo vomitada como la adrenalina que te embriaga haciéndote capaz de más y más profundidad. Si hubiera deidades sedientas de sangre serías su sierva predilecta. Tu grito silencioso perduraría por siempre si no hubiera más mañanas. Te sientes cansada, quizá el frío ya está dentro de ti. Quizá llegó el momento de cerrar los ojos para despertar en un baño helado cuyos senderos de salida son las negras costras de la sangre que ya coaguló.
No hay beso de buenas noches.

Cuando tú no estás

viernes, 17 de mayo de 2013 0 intereses

Cuando tú no estás, la música se convierte en un solo para trombón borracho.
No hay ya polifonía, no queda complejidad en la sordera del devenir.

Cuando tú no estás, la noche me hace sentir el animal que intuye su ejecución.
No hay ya lógica, cordura o sentido.

Cuando tú no estás, el solista enloquece blasfemando cacofonía.
No hay ya consuelo al golpear la cabeza contra las paredes acolchadas.

Cuando tú no estás, la ciudad es un páramo baldío, un atasco sin coches, una extensión de soledad y sufrimiento.
No hay ya seres que importen sobre la tierra.

Cuando tú no estás, sólo puedo recorrer la senda autodestructiva.
No hay ya destellos de locura, ni sudor mezclado con placer.

Cuando tú no estás, el eco de tu piel me arrastra el alma hacia el infierno.
No hay ya cuerpos desnudos, ni orgasmos luminosos en el cielo del ocaso.

Cuando tú no estás, no importa que se desencadene el absurdo, que caigan las bombas, que se envenene el aire, que cese el pulso.
No hay ya sensación que merezca la pena.

Cuando tú no estás, no queda nada.

Shady

martes, 2 de abril de 2013 0 intereses

Caminaba en silencio, cabizbajo, con todos los pensamientos agrupados en una sola dirección. La lluvia le arrancaba las lágrimas y, al tiempo que cerraba los ojos, pude leer todas las facciones de su cara: esa sonrisa triste que se esforzaba por mantenerse arriba, esos labios que temblaban con cada palabra que le susurraba el silencio, y esos ojos que mostraban todas sus ganas de desaparecer, de ser anónimo, de no existir. La nostalgia lo invadía, pero era irreversible, las cartas estaban echadas.

Me enamoré de sus manos, esas que habían escrito tantas letras que me desnudaban interiormente. Aunque él no lo sabia, le espiaba en cada verso, palabra a palabra iba desvaneciendo aquella muralla que había creado a mi alrededor, y cada mirada que cruzábamos las resquebrajaba más.

Se percató de mi presencia, me miró, tenía los ojos rojos y la cara mojada, intentó esbozar una pequeña sonrisa que no quedo nada más que en una triste mueca, no respondí, no hice el menor gesto, me quede mirándolo, viendo cómo desaparecía entre la multitud de la gente, aun así pude distinguir su silueta.

Murió el día que dejó de aparecer, y yo con él.
Desde entonces mis palabras no son sinceras.

Te amo

lunes, 1 de abril de 2013 0 intereses

Te amo cuando llueve el invierno que por fin llegó. Te amo en los árboles muertos poblados por pájaros sin corazón. Te amo desde que comenzó el fin de nuestras vidas, ese funesto nacimiento que nos llevó hasta hoy. Te amo cuando lloras y bebo tus lágrimas. Te amo cuando tienes miedo y sólo eres capaz de balbucear tus iniciales o, peor aún, las mías. Me odio por amarte tanto, pero soy débil. Solo soy una mierda de persona que jamás moverá un dedo por nadie que no seas tú.

Te amo aunque tú no quieras, aunque no hayas aprendido a disfrutar la apertura del chakra más misterioso, aunque tu amor no se atreva a asomarse al precipicio por si acaso caes al vacío en una espiral de colores que termine conduciéndote al éxtasis, aunque no quieras quererme, o no quererme. Te amo mientras repito 114.141 veces tu nombre de mil formas diferentes. Te amo en toda tu perfección metafísica.

Te amo y suenan las trompetas del apocalipsis, y la hierba del parque pasa del pardo al verde, del verde al hielo de corazón y después al escarlata. Te amo cuando sangro por alguna de mis extremidades. Cuando me reviento la cabeza contra el cristal de la jaula. Cuando mutilo lo que me dio placer para ofrecerte lo único que vale la pena. Te amo en la noche eterna, en la sucesión de eras que acumulamos los escépticos. Te amo tanto como odio a mis contemporáneos berreando con jactancia que sus zapatos son más caros que los de su vecino.

Te amo cuando me miras con esa cara de loca. Te amo cuando me sonríes. Te amo cuando juegas a comportarte como una niña y de repente creces 60 años. Te amo cuando gimes el placer de los gatos. Te amo cuando me recuerdas todo aquello que no amo. Te amo mientras la cuchilla secciona la arteria que todavía me permite escribir en rojo. Te amo mientras mi pulso se diluye en tus latidos. Mientras el mundo se acaba porque yo me extingo. Te amo porque amarte es la mayor aberración de la que soy capaz.

Te amo porque no amarte sería imposible.

Touche

viernes, 15 de febrero de 2013 0 intereses

– Venga vamos, ¿no me vas a decir que tenía razón y viceversa?

– ¿Por qué? ¿Acaso no puedo tener mi opinión o mi forma diferente de pensar aunque eso conlleve a no tener razón?

– Sí claro, pero creo que después de todo me merezco un “bien, esta vez tú estabas en lo cierto, felicidades”.

– Debería bastarte el hecho de saberlo tú misma, eres ya lo bastante mayor como para que no te tenga que decir que tenías razón y yo no. Además, ¿tú me lo hubieses dicho si yo hubiera tenido razón?

– No. Es obvio que yo no haría eso.

– ¿Por qué?

– Porque soy como tú.

– Touche.

Perdón, rectifico

martes, 22 de enero de 2013 1 intereses

Me detengo tan solo un momento. Al borde de la locura enfurezco, encendida en lágrimas y dolor por la ausencia de algo que jamás ocurrió.

Alza la mirada tan solo un momento, párate a pensarlo, ¿algo tiene sentido? No puedes controlar mi sonrisa que a duras penas está sujeta a mi cara. Mis labios agrietados, amargos, son señas de tantas noches en vela. Mi única compañía la oscuridad y el silencio, en la mayoría acompañados de lamentos que tal vez no rasguen tu ausencia, pero sí mis sentimientos.

¿Sentimientos? No, hace tiempo dejé de creer en ellos. Tal vez cuando los vi volar en el viento, rumbo al firmamento, o tal vez cuando los vi marchar llorando. Recuerdo aquellas lágrimas inundando mis mejillas, se deslizaban hasta mi barbilla y caían en mi pecho, que se convulsionaba débilmente al ritmo de la última sinfonía que dictaba mi cuerpo. En aquel momento la incertidumbre se apoderó de mí. 

¿Qué estaba haciendo? Ah sí, matar el tiempo con algo tan sencillo como desgarrar mis sueños. Se marchitaron en tan sólo un momento, con un solo gesto, línea tras línea, que conforme escribía iban muriendo en la propia tinta que les había dado su nacimiento. 

¿A dónde estoy llegando? Aún no lo sé, tal vez nunca lo sepa, o tal vez no quiera saberlo. Sigo sin darme cuenta de lo que pienso y tal vez esta música que suena en mi cabeza me lo esté diciendo en este momento. Creo que lo entiendo, habla de soledad y tristeza, buenas compañeras en las noches en las que tú te ausentas, tal vez para siempre, tal vez... tal vez, no sé, tal vez eternamente.

Intentemos razonarlo. Es imposible. Intenta quererme. Es imposible. Intento olvidarte. Es imposible.

¿Cómo? No, te equivocas. Yo no tengo sangre dentro de mi cuerpo, creo que tinta con algunos órganos revueltos.

Perdón, rectifico: estoy convencida.

Reflexión

domingo, 6 de enero de 2013 0 intereses

Anoche me golpeó una convicción en forma de palabras.

Es curioso cómo a veces necesitamos que nos recuerden lo que ha salido de nuestros labios. Pero así es el género humano, inseguro y rebosante de dudas.

No me escucho, esa es la conclusión que he sacado en limpio.

Si hay algo que no tolero es la estupidez, y la debilidad asociada a ella; o quizá sea viceversa, quién sabe. Cuán enormemente sencillo es pedir que nos muestren la forma correcta de hacer las cosas, o tan sólo que nos indiquen dónde empieza el camino para, a partir de ahí, empezar a recorrerlo, o siquiera que nos den una pista de por dónde empezar a buscar ese sendero. En definitiva, que nos enseñen.

Pero eso es despreciable.

Nadie puede darte respuestas, y si puede, no debe hacerlo. Y eh, no confundamos términos. Ni se me pasa por la cabeza insinuar que la única vía digna es aquella que se lleva en soledad. Y una polla. Las relaciones humanas son imprescindibles en nuestra vida, ya no sólo por el calor que transmite la proximidad de otra persona, sino porque ¿qué somos nosotros, como individualidades, sin el resto del mundo? La respuesta es nada. Nada, porque no tienes un modelo que imitar (o contrariar), un patrón. Y si no hay referencia base, difícil empezar a configurar nuestra propia persona tal y como queramos que sea... o que no sea. ¿No?

Por otra parte, como ya he dicho, aunque las respuestas estén en ti mismo no siempre se ven a la primera; y es entonces cuando tienen que saber hacértelo ver. Por fortuna sé lo que es eso, que en un momento se abra un túnel enorme a la luz gracias a una frase, un gesto, o incluso un silencio... ESA certeza es la que hace que todo vuelva a su sitio, la que consigue reconfortarte, hacer que las preocupaciones encuentren solución en un segundo.

En un parpadeo todo se equilibra.
¿El equilibrio es imposible?
Depende.
Depende de lo que sea.

No lo considero tanto tener la balanza al cincuenta por ciento, mitad bien, mitad mal, como ser consciente de todo lo que hay en las bandejas y asumirlo. Tenerlo bajo control y así saber cómo poder reaccionar. Siempre con un margen amplio que le dejamos a la Casualidad. Podría estar muerta, pero estoy escribiendo.

La aceptación es el pilar básico que necesitamos para levantar el templo del remedio a partir de ella. Léase que si te conciencias de que puede pasar puedes empezar a preparar tu estrategia de combate y, DESPUÉS, vencer.

Miedo significa confusión.
Equilibrio es lo contrario a Miedo.
Inevitable significa que hay que dejarlo pasar.