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Verdugo por pura excitación, amante confesa de mi oscuridad. Desintegración y síntesis.
Superviviente de la desolación del ser, desertora del imaginado y condicionado soy.
Emergente con la soledad abrazada, danzando sobre el vértigo del pentagrama en llamas de un músico ebrio de libertad que aceptó su confusión destilándose sobre el papel. Read more about me »

Lack of Innocence

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Cierre

viernes, 22 de junio de 2012 3 intereses

Últimamente paso mucho tiempo aquí, y me acabo de dar cuenta de que me he convertido en la única que se sienta a esperar, tan paciente como impaciente, a que Blanca vuelva a bailar.

Philip se ha sentado hace un rato frente a mí, tras la barra negra del Black Heart, con esas botellas brillantes tan perturbadoras al fondo. El hombre de la camisa rojo carmesí, el hombre que nunca dice más de lo que tiene que decir, rompe el sobrecito de azúcar. Lo vierte por completo en la taza. Coge la cucharilla, la mete dentro y remueve lentamente.

- Cerramos, querida.

Lo dice sin mirarme a los ojos, mientras sigue removiendo el contenido de la taza con la cucharilla, como si fuera capaz de ver algo en ese remolino que se ha creado en el líquido lodoso. Miro sus manos mientras lo hace. Tiene unas manos blancas de dedos finos, de uñas mordidas, y un tatuaje con forma de estrella de cinco puntas circunscrita en la muñeca que le da ese aspecto siniestro que engancha.

- ¿Qué hay de Blanca?

Philip se queda estático. Philip suelta la cucharilla y pone ambas manos sobre la barra, entrelazándolas tras la taza. Philip parpadea lentamente. Philip alza la mirada y clava en mí sus ojos ámbar.

- Blanca no va a volver a bailar.

Sigue proyectando su mirada en mí. Yo no puedo dejar de mirar las botellas titilando al fondo. Blanca no va a volver a bailar. Cada palabra cae sobre mí pausadamente. Una a una. Blanca no va a volver a bailar. Blanca. Blanca no va a volver a bailar.

- ¿Cómo dices?

Philip esboza una media sonrisa, dejándome ver su colmillo derecho.

- Blanca no va a volver a bailar para ti, querida. Black Heart se cierra. Para siempre.

Sus palabras me ahogan en las profundidades de mi propio corazón como aquellos que asfixian con la almohada que reconforta a su enemigo en las películas malas de sobremesa. Trato de coger una bocanada de aire mientras los ojos azul hielo de Blanca reaparecen en las inmediaciones de mi cabeza y sólo acierto a vomitar su nombre a la vez que las palabras de Philip me tatúan la palabra “vacío” en el tórax.

- Deberías tomar un trago o dos de mi...

Me ofrece la taza mientras recuerdo su risa precipitándose hacia la nada, y resuena en mi cabeza sepultando las palabras de Philip. Toma mis manos, cerradas en puños, las abre y coloca su taza entre lo que veo son extensiones de mi cuerpo, ahora inútil e incapaz de obedecer las ordenes de mi cerebro.

- Bebe, querida. Bebe.

Y por inercia, o por retroalimentación, bebo. La asfixia empeora. Todo se desvanece entre destellos rojos. El pecho me arde, y noto como algo frío y metálico me atraviesa de lado a lado. Me dejo llevar, y cierro los ojos. Todo se vuelve negro. En algún lugar del espacio brota una nota que sólo podría saberme a Ella.

"Blanca no va a volver..."
"Blanca no va a volver..."
"Blanca..."

Aparece una vela unos metros más allá, y recorro la distancia mientras mis pies hacen ruido con el agua de un suelo que no veo. Llego a la luz de la vela, que está sobre una mesa con un libro abierto en el centro en el que dicta "28 de abril del 2012, 00.08, Revelaciones". Empiezo a pasar páginas con el pulso enloquecido. Una y otra vez. Y, de repente, un viento que trae su olor sopla y no hace nada más que echar cada una de las hojas hacia atrás mientras arrastra una nube Blanca sobre mí. El libro cae al suelo, la llama de la vela hace arder la madera vieja de la mesa, y veo mi reflejo en el agua del suelo. No es agua. Es sangre. Sangre espesa, fresca y brillante. Y brota de mi pecho.

- No te quiero. Voy y vengo mientras te respiro y te voy matando a golpes de calor.

Abro los ojos. Es Ella. Blanca está de rodillas junto a mí. Con su mano derecha todavía agarrando el puñal de obsidiana clavado en mi corazón mecánico. Está tan blanca y fría como el día en el que la conocí. Sin soltarlo, pasa una pierna sobre mí y el peso de su cuerpo reptando sobre el mío sepulta mis pulmones. Su boca está a milímetros de la mía.

- Tu corazón me pertenece.

Me besa y hunde el puñal hasta la empuñadura. Veneno. Reconozco el sabor de la belladona en sus labios. Rasga la herida. Esconde su mano en la brecha de mi pecho. Me arranca el corazón. Sonríe. Se va, dejándome en esta oquedad que llamamos mundo.

Blanca se esfuma. Blanca se escapa. Blanca de frente. Blanca vestida de muerte.

Negro.

Nada.

Bip-bip-bip.

Desconexión.