About

Verdugo por pura excitación, amante confesa de mi oscuridad. Desintegración y síntesis.
Superviviente de la desolación del ser, desertora del imaginado y condicionado soy.
Emergente con la soledad abrazada, danzando sobre el vértigo del pentagrama en llamas de un músico ebrio de libertad que aceptó su confusión destilándose sobre el papel. Read more about me »

Lack of Innocence

Home

Keep in touch




RSS Feed Twitter Facebook

Huir en dirección Sur

martes, 29 de abril de 2014 0 intereses

Sé lo cerca que has estado ahora que me he ido.

Estoy de luto. La noche es madrugada y la luna se encoge como toda esperanza. Oscuridad. El traqueteo del tren es la ópera del momento. Todo ruge a mi alrededor. El estómago. Las jodidas constantes vitales. El juego neuronal y los jugos que bebo y genero. Todo gruñe y ladra y golpea. Los cristales en vibración. Los gritos de los extasiados. Todo baila. Todos te echamos de menos.

Ahora sé lo cerca que has estado.

Aprovechamos la oportunidad para las explosiones y las implosiones. Para los ruegos y las preguntas. Pasó el tiempo de las confidencias a media voz, que no fueron todas, que no fueron nada. Tan sólo un fragmento más en la galería de desconocidos cuando tú y yo fuimos la fría audiencia estremecida ante la noche en ruinas. Cuando el deshielo ártico se convirtió en lágrima anegada por chorros de sonrisas color rojo y humos de tabaco y vahos entremezclados.

Pero ya me he ido.

Tu cara. Tus ojos. Tus labios. Ojos y labios. Tengo un triángulo que recordar. Tengo la humedad cuando las dudas. La crueldad del silencio. Recuerdo por los pelos tu pelo. Líneas de fuga a las que agarrarse resguardada en tus nervios ópticos. De nuevo los ojos. Tus ojos. Y los míos observando desde la cama cómo te quitabas la ropa por primera vez delante de mí con tu naturalidad congénita. Desde esa cama se cayeron muchas sonrisas y en esa habitación se quedaron marcadas nuestras ganas.

La proximidad es una quimera.

Ganas. Recuerdo tu cara crispada cuando mi cuerpo se estremecía al contacto de tus dedos con mi espalda y yo lo anteponía a nuestro momento. O a ti, que viene a ser lo mismo. Te recuerdo como si fueras una bomba estallando de improvisto en mi corazón. Y yo desapareciendo. Te recuerdo poniéndote nerviosa mientras te miraba e intentaba bucear en los más profundo de tu alma. Y yo desapareciendo. Te recuerdo sonriente mientras jugaba a imaginar cómo desnudarte. Y yo desapareciendo; no yo, sino el frío que me caracteriza.

La ausencia es reveladora.

Recuerdo la noche. Al principio la entrega consistía en disfrutar acariciándonos la piel. Nada como una buena caricia. Nada como sentir los dedos de quien ansías insinuando rincones ignorados. Pero no era suficiente. Pronto el simple hecho de estar juntas se convirtió en respiraciones agitadas. Las caricias se intensificaron en busca de mayor complicidad. No tardó en aparecer el dolor como elemento de cohesión. Sí, ya sé que la vida es básicamente dolor, pero me refiero a cosas mucho más concretas. Te hablo de caricias convertidas en arañazos y mordiscos cada vez más fuertes. El vértigo del arañazo es peligroso. Llega un momento en que los dedos parecen perder el control. Podría arañarte hasta la sangre. Te encantaría arañarme hasta la sangre. Eso quisimos hacer. Eso hiciste. Arañar hasta la sangre. Arañar hasta el desgarro. Y con tus arañazos me quitaste el miedo de los más idiotas que se se privan de ser felices aunque sea por unos minutos. Yo quería agarrarte con todo mi cuerpo, y lo hice. Quería envolverte para que supieras que estábamos juntas en el frío infierno de Granada, y lo hice. Quería formar un escudo contra el que las balas de la estupidez regresaran al corazón del enemigo, y lo hice. Quería hundirte en el colchón, y lo hice. Quería nuestros cuerpos follados el uno contra el otro revolcándose de alegría, y lo conseguí. Quería que hicieses desaparecer mi oscuridad con tu luz, y lo conseguiste.

Consciente de lo cerca que hemos estado cuando ya no estamos.

Recuerdo demasiado bien la angustia y las ganas de abrazarte la última noche hasta que el tiempo se parase, pero me gustaría olvidarlo. O cambiarlo. Destrozar a patadas la realidad. Arrasarlo todo. Arrasarlo de verdad y buscar el consuelo entre tus labios. Tan sólo huir en dirección sur, hacia el centro de tu andar. Volver a bajar por la calle en busca de una pensión lo suficientemente escondida para que nadie nos moleste nunca.

Sé lo cerca que has estado ahora que me he ido.



Dispara, escupe.

martes, 14 de enero de 2014 2 intereses

Perdóname al pasar, como en el centro mismo de un orgullo que calla, de una fuente que clama por un mar más profundo. 


Como el beso, el silencio se entrega apasionado arrancando virutas de carne palpitante; yo me muerdo los labios en un ansia de mares mientras la sangre llega, explota y se derrama.

Escúpeme al pasar, dispara al centro de mi espalda y esculpe un silencio remoto donde pueda aferrarme a tu carne ya eterna, porque mis labios saben del dolor que te arrastra hacia el agua sin nube donde bebe este beso que ahora, desde hace tiempo, recuerdo.

Vete

sábado, 4 de enero de 2014 0 intereses

Estoy cansada de ti. De sentir que cada vez que te veo me dejas vacía. De que te vayas cada mañana y me queden tus palabras apuñalándome una y otra vez el corazón. Ya no soporto tus silencios, tu desamor disfrazado de dulzura. Sé lo que escondes detrás de toda tu cobardía. Piensas que me estás ahorrando lágrimas, pero la verdad es que te las estás ahorrando a ti misma. No soportarías ver el dolor que me pueden causar tus verdades, y prefieres ignorarlas, negártelas, negármelas. Pero yo soy más honesta sobre tu realidad de lo que tú eres contigo misma.

Quiero que te vayas ya. No volver a verte nunca. No saber nada de ti. Quiero pensar que no existes, que nunca lo hiciste. ¿Cómo pudiste hacer que todo mi amor se convirtiera en rabia? Esto podría haber terminado tan bien porque, a pesar de todo, había entre nosotras un sentimiento de gratitud y de bienestar por lo vivido. Sólo necesitaste unos días para acabar con eso. Tú egoísmo e inmadurez lo borraron todo. Mi problema no es que te vayas, es cómo lo estás haciendo.

Sé que en unas semanas (¿meses?) voy a recordar lo bueno, que al pensar en ti sentiré alegría y nostalgia. Pero en este momento me robas la tranquilidad. Quiero mi paz de vuelta, la necesito. Estoy al borde de un abismo al que no quiero caer, y sólo cuento conmigo misma para mantenerme en pie.