Rita ha descubierto que no se enamora de los hombres ni de las mujeres, sino de su propio enamoramiento. Me lo dice desde la ducha, con la mampara semiabierta, mientras yo, enfrente, apoyada en el lavabo, observo ensimismada el caer del agua sobre su cuerpo.
- Ahora sé porqué no me importó elegir hombres inconvenientes. No me enganchaba de ellos sino de la situación, de ese revuelo constante de mariposas en el estómago, del apremiante intercambio de sexo de los primeros tiempos y de la violencia que nos profesábamos el uno al otro. Ya sabes lo que me gusta esa mezcla de odio, sexo, violencia y amor contenido...
Sé de lo que habla, me está robando el discurso. Reparte la espuma con las manos sobre su piel y sonríe mientras me explica lo que la he repetido tantas veces. El jabón dibuja sus curvas y se escurre por sus piernas.
Cae en la cuenta del deleite en mi mirada y me invita:
- ¿Vienes? hay sitio de sobra. Además, ya sabes de lo que te hablo, sólo imitaba tu forma de hablar sobre los hombres.
- Sí, lo sé. Voy enseguida... pero deja que disfrute de esta vista un poco más.
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