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Verdugo por pura excitación, amante confesa de mi oscuridad. Desintegración y síntesis.
Superviviente de la desolación del ser, desertora del imaginado y condicionado soy.
Emergente con la soledad abrazada, danzando sobre el vértigo del pentagrama en llamas de un músico ebrio de libertad que aceptó su confusión destilándose sobre el papel. Read more about me »

Lack of Innocence

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Palabras

jueves, 2 de febrero de 2012

Es curioso cómo a veces las palabras pesan más que el propio plomo. Algo que bien en su estado inmaterial, compuestas por aire y vibraciones emitidas por nuestros labios; o bien en su estado mínimamente material, compuestas por tinta, pueden hacerte caer hasta lo más profundo del abismo, o hacer que el cielo te estorbe.

Palabras, que a simple vista no tienen conexión alguna con la paranoia y el estado físico que estás experimentando en ese momento, provocan que se te encienda una chispa en el estómago. Las escuchas o las lees y, de pronto, notas como un calor intenso asciende desde el estómago hasta los oídos, haciéndote arder la traquea a su paso y salibas como si el cuerpo intentase apagar ese fuego inexistente pero terriblemente vívido. Y apriétas las manos, cerrándolas en un puño, como si no quisieras dejar escapar a las palabras para retenerlas contigo para siempre porque, al fin y al cabo, lo que experimentas cuando todo el peso de la palabra cae sobre ti, y te hace despertar de esa ensoñación parcial que estabas viviendo, descubres lo que tienes ante tus ojos y lo que se oculta también tras tus globos oculares, en lo más profundo de tu cerebro.

Descubres que aquella idea que te perturbaba no es sino minucia disfrazada de problema a partir de una obsesión egoista. Descubres que estás vivo y que tu corazón late 96 veces por minuto a causa de la agitación que te provoca el sentirte completo. Descubres que hay algo más allá de tus conexiones cerebrales y de tu ombligo. Descubres al resto de los humanos encerrados en su vehículo, coleópteros en su mundo, cucarachas de asfalto. Descubres que tu cuerpo sufre el desgaste anónimo de agentes mediáticos y, entonces, te electrificas de energía saltando por los puentes que no unen nada, rebotando en las farolas que son ojos que no ven, te reflejas en los parabrisas que obstinados limpian la lluvia que aún más tenaz se suicida frente a tus pupilas. Descubres que pasas la vida corriendo al trasluz de la muerte bajo un seudónimo denominado amor, un perfecto taxidermista que diseca todas tus cicatrices para que las recuerdes con ojos de plástico, siempre.

Y poco a poco, mientras aflojas los puños y el ardor se apaga lentamente, vuelves a relajarte, absorbido por la hipnosis general. Y cierras los ojos, no sin antes pensar que toda nuestra esencia se resume a dejarnos llevar por el viento y a interpretar palabras, y que la palabra es, en definitiva, el principio y el final de todo.

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