Este texto debería comenzar de otra manera.
No debería hablar de mi obstinación por pasearme de un lado
al otro de tus labios, no debería describir el abismo que me traga cuando tu
mano no asedia mi piel, no debería decir que deseo ver mis besos girando en tu
boca como esa puta camiseta en la lavadora, no debería detallar las mareas de
sangre que sufro si tu abrazo me invade como sombra y granizo, no debería
definir la única razón por la que las palabras ocurren para siempre, como me
ocurres tú.
Este texto debería comenzar de otra manera. “No logro que el
otoño se rehaga” o algo así.
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